martes, 30 de junio de 2015

Las victimas no prosperan y los salvadores tampoco

Todo aquel que se aferra al rol de víctima, va acumulando bronca, ira, impotencia y resentimiento; en este contexto el éxito y la prosperidad no tienen cabida en su vida Por otro lado el que se empecina en salvar a estas víctimas se pone en el lugar de superioridad, nada de malo le va a pasar, siente que todo lo puede. El Salvador también pierde fuerza en los diversos ámbitos de su vida como por ejemplo; la salud, la familia, la profesión, el trabajo etc. En ambos casos todo lo malo está afuera, o sea, excluido. Víctima y Salvador se complementan, se retroalimentan logrando un equilibrio que lleva a ambos al fracaso. Para que la prosperidad llegue a la vida de uno es necesario incluir a las partes excluidas, o sea ponerlas en rol de igualdad. El primer paso, en contra de lo que normalmente se piensa, no es el perdón ya que seguiría sumando desigualdad pues hace a la victima sentirse superior al victimario. Alguien que se pone en la posición de perdonar al otro pretende ponerse en un lugar superior. El gran cambio ocurre cuando la víctima acepta que en su ira, bronca, resentimiento están sus ansias de venganza y que eso la hace alguien tan peligroso como el victimario además de atraer cada vez más a aquello de lo cual se quiere alejar. Este reconocimiento de igualdad por parte de la víctima le quita fuerza y poder al victimario, pues ya no hay alguien en condiciones inferiores a quien dañar. En ese entonces el salvador tendrá que indagarse; ¿a quién estaba intentando salvar?, o ¿a quién estaba excluyendo? Si uno quiere realmente la prosperidad para su vida necesita correrse tanto de los roles de víctima, victimario como del rol de salvador.

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